Cuando hay un conflicto en el ámbito de las relaciones interpersonales, debemos entender que de base hay a lo menos dos miradas diferentes sobre un mismo evento o eventos. El número de miradas irá en relación directa con el número de implicados en el conflicto. Las partes involucradas observan desde su propia perspectiva tanto el problema como la solución. Es más, las soluciones van a darse en una relación con nuestra mirada del problema.
Como las partes se enfrentan desde perspectivas diferentes, se requiere la capacidad de ponerse en el lugar del otro para comprender desde allí lo que nuestra contraparte hace como referencia y ve cuál es su perspectiva de los hechos.
Al proceso de ponerse en el lugar del otro se le llama Empatía. Ésta es una capacidad propia de las especies más evolucionadas porque implica en ella un proceso cognitivo mas complejo. La especie humana tiene es estructuras biológicas, cognitivas y afectivas para desarrollar esta capacidad en distintos niveles. Sin embargo, como otras muchas funciones operacionales superiores, el grado y forma de desarrollo de ésta también está sujeta al aprendizaje y la experiencia.
Pero demos una segunda vuelta al proceso de comprensión y empatía. El proceso más frecuente de ejercicio de la empatía es cuando se produce un conflicto entre partes que tienen la misma jerarquía en la relación: una pareja, un par de amigos, colegas de trabajo, vecinos. Pero ¿qué ocurre cuando las partes poseen diferencias en el nivel de jerarquía?
Tomemos el ejemplo de una familia con padres e hijos. Si un hijo o hija informa a uno o ambos padres que ha sido objeto de abuso, quienes tienen la mayor jerarquía en la estructura familiar (los padres) pueden escuchar el mensaje, descalificarlo, o hacer como que no ha habido tal mensaje. Un ejemplo de descalificación es decir que el niño/a, por ser pequeño/a, no entendió o interpretó mal la situación. “Cómo el tío a tía, como el cura va a realizar dicha acción…” Desoír el mensaje, no hacer referencia a que alguien ha dicho algo, es también, en el fondo, un modo de descalificación. Las alternativas de descalificar y desoír claramente llevan a que el conflicto no se resuelva, y que éste escale hasta que el niño/a pase a edad adulta y pueda realizar acciones al respecto. Pero a esa altura el daño es grave y más amplio que sólo la salud mental de la persona, El daño ha escalado y pasa del mérito ámbito personal y familiar. En este caso, corresponde a los padres dar curso a la escucha empática para promover la solución más eficiente a la situación planteada.
Pero veamos qué ocurre en casos de relaciones sociales de otro tipo. Por ejemplo, la ciudadanía y sus estructuras de gobierno. La lectura sería la siguiente: Las estructuras de gobierno y las reglas que nos rigen sirven para organizar las relaciones interpersonales al interior de una comunidad. Cuando se ha infringido un daño o realizado un conflicto, poseemos procedimientos e instituciones que nos aseguren la resolución de conflictos: leyes, tribunales, jueces, abogados, organizaciones de control social interna. Si bien la estructura social es jerárquica, la diferencia con las familias en las que hay padres con experiencia y capacidades de elección, es que esta estructura y organización se concibe por lo impracticable que es el que todos participen. Por ello se eligen representantes. En este caso no hay personas que aún no tengan la capacidad de elegir o comprender, sino que necesitamos personas que nos representen en nuestras necesidades.
Pero la cosa no es tan simple. Podemos confundirnos y actuar como si fuésemos una familia cuyo presidente es el padre, las personas que los eligieron fuesen los hijos que no saben cómo explicar o resolver un conflicto, y lo que se necesita es una fuerza mayor para contener a estos “hijos” que se están portando mal.
La explicación desde la teoría de la pragmática de la comunicación humana es que en esas circunstancias se descalifica el mensaje. Y lo que ocurre con una acción de ese tipo es que el conflicto escala a una intensidad mayor. Esto es lo que hemos visto esta semana. La explosión social es la culminación de años de descalificación y soluciones parciales y malas lecturas de situaciones reales, que afectan a personas y familias reales, generando sufrimiento.
Hablé de empatía al inicio de esta columna. Pero la empatía se demuestra en acciones claras y precisas, no en decir que se escucha con empatía. Además de ello, al nivel en el que ha escalado el conflicto, ya no sólo se necesita empatía. Se necesita una mirada superior, de análisis macro, de comprensión de procesos sociales, de proyección a futuro, de análisis y cambio en las reglas que nos hemos puesto para la solución de conflictos sociales. Claramente la estructura que ha imperado hasta ahora ha demostrado ser insuficiente.
María Amelia Barrera. Psicóloga. Certificada internacionalmente en Terapia Centrada en Soluciones.